Desde crear imágenes de gatitos llorando hasta la posibilidad de descifrar las causas de las enfermedades genéticas, la Inteligencia Artificial (IA) llegó al público hace dos años, y definitivamente, llegó para quedarse.
¿Qué es la Inteligencia Artificial?
La inteligencia artificial, también conocida popularmente como IA, es un conjunto de tecnologías que permiten a las computadoras realizar funciones avanzadas propias del intelecto humano, como la capacidad de comprender y traducir lenguaje hablado y escrito, analizar datos, hacer recomendaciones y mucho más.
En los últimos dos años, la IA se ha convertido en la columna vertebral de la innovación, volviéndose prácticamente indispensable para las personas y las empresas, tanto en actividades académicas, empresariales y de ocio.
Sus tentáculos han alcanzado todas las industrias; el mundo de la moda, de la salud, el transporte, la seguridad, el arte, etc.
Si bien, sus beneficios son ampliamente conocidos, esta innovadora tecnología tiene un lado poco conocido y estudiado: su huella ecológica.
Grandes empresas, grandes responsabilidades
El impacto ambiental de la IA conjuga distintas aristas en una compleja problemática.
Según el informe “Global Cloud Computing Energy and Water Impact” de la Universidad de Nuevo México, un centro de datos promedio puede consumir entre 1.7 y 2.2 millones de litros de agua por día, principalmente para la refrigeración y para el entrenamiento de una IA como Chat GPT.
Además, actualmente la Inteligencia Artificial gasta entre el 3% y el 4% de la energía mundial, pero se calcula que en 2030 el consumo será del 25%.
Las grandes empresas desarrolladoras de Inteligencia artificial como Google, Microsoft y OpenAl publican reportes año con año, donde hacen mención de sus proyectos de sustentabilidad y sus compromisos ambientales.
En el caso de Google, afirman que en 2017 se convirtió en la primera gran compañía en igualar el 100% de su consumo anual de electricidad a nivel mundial con energía renovable y que tiene como objetivo alcanzar las emisiones netas cero en todas sus operaciones para 2030.
A pesar de sus compromisos ambientales, a principios del 2019 el Gobierno chileno revocó parcialmente permisos a un centro de datos de Google por preocupaciones sobre el uso de agua, esto como respuesta a las protestas de la población y la fuerte sequía que lleva años azotando al país sudamericano.
Esta situación inevitablemente nos lleva a cuestionar qué tan transparentes son realmente las empresas desarrolladoras de Inteligencia Artificial.
Al no estar obligadas a informar ni mitigar su impacto ambiental solo queda confiar en la ética de que cada empresa se haga responsable del impacto ambiental asociado al uso masivo de la IA conforme a sus responsabilidades ambientales.
La Inteligencia Artificial llegó para quedarse
Desde el uso desmedido de energía, agravado cuando esta proviene de una fuente fósil, la huella ecológica en la producción de los equipos de cómputo, los procesadores de datos, la infraestructura y los cables, las enormes cantidades de agua usadas para enfriar los equipo hasta el uso energético que ocasionan las millones de solicitudes que diariamente reciben las IA por parte de los usuarios, entender el impacto de su huella ecológica es primordial para continuar con su uso y desarrollo.
Con respecto a OpenAl, empresa creadora del famoso Chat GPT, declaró en agosto de 2024 tener más de 200 millones de usuarios activos semanales. Si consideramos que la misma empresa aceptó que cada consulta en su chatbot genera 1.34g de CO2 a la atmósfera, mientras otras plataformas tienen un promedio de entre 0,1 y 2 gramos de dióxido de carbono por consulta, no se necesita de mucha perspicacia para comprender el enorme impacto ambiental de esta tecnología.
La Inteligencia Artificial llegó para quedarse, y la infinidad de usos que se le pueden dar puede cambiar el rumbo de cientos de industrias en todo el mundo. Y así como disfrutamos de sus beneficios, debemos conocer las desventajas.
Ahora más que nunca, las empresas deben tomar responsabilidad de sus emisiones, mitigándolas en el desarrollo y uso, y compensando lo que no puedan reducir a través de proyectos de captura carbono y conservación.
Igualmente, las y los usuarios podemos hacer un uso más responsable y prudente si conocemos las implicaciones ambientales del uso de la Inteligencia Artificial. Así que la próxima vez que consultes a la IA, piensa dos veces en la necesidad y la implicación ambiental de hacerlo.