El mundo se encuentra en una carrera a contratiempo, el cambio climático se perfila como la mayor amenaza para la humanidad y el medio ambiente. En esta coyuntura, las naciones del mundo han firmado acuerdos y tratados para poder llevar a cabo proyectos que frenen el calentamiento global y la pérdida de diversidad.
¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
En la última mitad del siglo XX, como consecuencia de las actividades humanas, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se incrementaron dramáticamente.
Diversas investigaciones demostraron que se generaban más emisiones de GEI de las que el planeta podría mitigar por sí solo, ocasionando que estos se acumulen en la atmósfera, aprisionando el calor en la tierra y aumentando las temperaturas.
El entender las implicaciones de este fenómeno, como la pérdida de glaciares, el aumento en la frecuencia de desastres naturales o la pérdida de biodiversidad, solo por mencionar algunos, nos obliga como comunidad internacional a tomar acciones urgentes.
Como un primer paso el 11 de diciembre de 1997 se firmó el Protocolo de Kyoto, un acuerdo internacional donde las partes participantes se comprometieron a tomar acción para reducir las emisiones de los GEI.
Bajo este acuerdo es que surgen los mercados de carbono, como un mecanismo con el que los gobiernos, las empresas o los individuos participan en la compra y venta de créditos para la reducción de emisiones de GEI como una manera de cumplir con las obligaciones ambientales que pactaron en estos tratados.
¿Cómo ayudan los Mercados de Carbono a la lucha contra el Cambio Climático?
Los mercados de carbono comercian con los llamados bonos o créditos, los cuales tienen un valor económico, que al ser pagado por el comprador, apoya el desarrollo de programas que capturan dióxido de carbono de la atmósfera. Cada crédito representa una tonelada de emisiones de carbono eliminada o reducida.
Sin embargo, existe una enorme diferencia en términos de precios y valoración dentro de los mercados dependiendo del tipo de crédito, ubicación geográfica, estándar de certificación, antigüedad y beneficios adicionales que ofrecen los distintos proyectos que emiten los bonos.
Diferencias entre mercados regulados y mercados voluntarios.
Más de 20 años después de la firma del tratado de Kyoto, y con diversos acuerdos y tratados firmados a lo largo de este tiempo, la evolución del mercado de bonos ha sido lenta y particular.
Además de los acuerdos internacionales, algunas jurisdicciones han legislado sobre la necesidad de combatir el cambio climático creando sistemas, leyes y multas para las empresas e industrias que más contaminan en su territorio. Mientras algunas otras, podemos afirmar, han sido más laxas en el asunto.
Actualmente se puede diferenciar dos tipos de mercados de desarrollo y compra: los mercados de bonos obligatorios y los mercados de bonos voluntarios.
El mercado obligatorio de bonos de carbono funciona conforme a las regulaciones gubernamentales de cada país, quienes obligan a las empresas a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, los mercados voluntarios de bonos de carbono existen en países en los que, si bien, pueden tener compromisos con los acuerdos internacionales de mitigación de GEI, en sus legislaciones no hay obligaciones para las corporaciones de participar en estos mecanismos de mitigación.
Mercados obligatorios de bonos de carbono
Como se mencionó, estos mercados están regulados por los gobiernos de los países o regiones que han legislado para obligar a las empresas a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en pro de seguir operando.
Estos mercados operan mediante un límite máximo de emisiones u obligando a las empresas a compensar cualquier exceso de emisiones a través de la compra de derechos de emisión.
Mercados voluntarios de bonos de carbono: caso mexicano
Los mercados voluntarios de bonos de carbono se desarrollan en países que, aunque esten comprometidos con acuerdos mundiales para la reducción de emisiones, en sus legislaciones no hay alguna obligación para que las empresas inviertan en estos instrumentos.
En el caso de México, el mercado de bonos de carbono llegó hasta el 2013, una década más tarde de su aparición en otros países, instalándose de manera voluntaria y quedando en la responsabilidad ética y los compromisos ambientales de las empresas que quieran invertir en ellos.
Sin embargo, en el 2012 el Gobierno mexicano publicó la Ley General de Cambio Climático, creando las bases del Sistema de Comercio de Emisiones (SCE), que establece un límite de 100,000 toneladas de dióxido de carbono emitido.
El SCE fue contemplado como un mecanismo que incentiva a las empresas a reducir sus gases efecto invernadero, al establecer un tope de emisiones e instrumentos como los bonos de carbono para cuando sus fuentes fijas rebasen el umbral de emisiones determinado por la ley.
El Sistema de Comercio de Emisiones, que contempla en su protocolo la implementación de un mercado de bonos obligatorio dentro del territorio nacional, debía terminar su fase piloto en 2022, comenzando su fase operativa para enero del 2023. A miras de terminar el 2024, esto no ha sucedido.
Cabe mencionar que en 2016 México ratificó sus compromisos con los acuerdos de París, comprometiéndose a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 22% para 2030, acelerando así su necesidad de alcanzar sus metas de reducción de emisiones.
México necesita acelerar el paso para poder cumplir con sus compromisos internacionales, pero sobre todo, para asegurar la conservación de sus hábitats, sus suelos, sus mares y sus cielos.
Desafíos de los Mercados Voluntarios de Carbono
Los mercados mundiales de carbono están recibiendo una mayor atención, experimentando un importante aumento de su demanda, e impactando en el desarrollo e innovación tecnológica dentro de sus proyectos. Debido a esto, los precios están aumentando considerablemente, la oferta está cambiando y las normas de calidad son más estrictas.
Dentro de los mercados voluntarios, las empresas que invierten en los bonos de carbono han demostrado tener un mayor compromiso con sus responsabilidades ambientales.
Sin duda, son cada vez más las empresas que se percatan de que, dentro de una estrategia climática global, los créditos de carbono son una oportunidad comprobada para compensar sus emisiones inevitables y apoyar una ambiciosa acción climática global.
El desafío es claro: lograr legislar, estandarizar y certificar los mercados de bonos de carbono en todo el mundo, para así garantizar la correcta medición, la transparencia y la ética en la implementación de un mecanismo, que por más de 20 años, ha demostrado ser una herramienta necesaria en nuestra lucha global contra el cambio climático.